lunes, 16 de julio de 2007

Vuelven los Travías a la Ciudad

“El problema de un país es tener habitantes que no viajan en colectivo” decía uno de mis primeros profesores para referirse a los estragos que la extrema pobreza y la extrema riqueza causan en cualquier comunidad política.

“Habitualmente no viajo en transporte público, pero el tranvía lo voy a usar aunque sea para salir a dar una vuelta por el barrio” le comentó a la cronista de Clarin una vecina del más nuevo de los barrios porteños. Pareciera que dar una vuelta por el barrio es una de las actividades favoritas de quienes habitan en Puerto Madero. O por lo menos así lo demuestra la nota de la revista Viva de ayer: “Nosotros resolvemos todo con internet. Desde el súper a los artículos de librería. Hay semanas enteras en las que no salimos del barrio” o ¿Qué más puedo pedir? ¡Abren un shopping y no salgo más!” fueron algunos de los comentarios reproducidos por la nota. Claro que Alan Faena fue mucho más directo: “Voy poco a Buenos Aires”, afirmó.

En medio de la crisis del sistema metropolitano de transporte (hay que reconocer que con tarifas más o menos liberadas, el transporte de larga distancia que parte de Buenos Aires anda bastante bien para quien pueda pagarlo; más allá de la tendencia de los micros de dos pisos a tumbar) el gobierno gastó 46 millones de pesos en hacer 20 cuadras de tranvía en la Ciudad Autónoma de Puerto Madero. Insisto en que ningún ladriprogresista ha hecho por los pobres ni la centésima parte de lo que Carlos Grosso hizo por los ricos (a fin de cuentas tal vez tampoco alcanzaron a hacer la mitad de lo que Grosso hizo por los pobres, pero, en fin…). La inauguración del tranvía con gabinete entero parece confirmar la imposibilidad que existe para pensar en una ciudad equitativa en la distribución de servicios. Hay que admitir que su versión ampliada sí permite soñar con la función integradora que podría tener este medio. Pero viendo lo que se tardó en construir las primeras cuadras de recorrido cabe pensar que falta mucho para que un tranvía último modelo lleve a los pirómanos pasajeros de Constitución a ver la torre con que Repsol homenajeará la gratitud del pueblo argentino. A fin de cuentas, dada la escasa tendencia de los ciudadanos de Puerto Madero a dejar su hábitat, poco importa que por unos años este nuevo medio empiece y termine en su barrio.

Puerto Madero es la expresión del éxito que han tenido las clases altas metropolitanas en dominar el proceso de desarrollo urbano a pesar de la crisis. Mientras en San Pablo y México DF han tenido que mudarse a urbanizaciones cerradas alejadas de las zonas centrales, aquí han logrado que los costos del mega country porteño lo paguemos entre todos. Verdadero privilegio: un barrio cerrado sin comerse el garrón de la Panamericana y con la Prefectura haciendo de seguridad privada. Ahora un tranvía de última generación como para que las treintañeras aburridas paseen por el barrio a la espera de que tenga todos los servicios que necesitan para no tener que salir nunca más.

La Ciudad Autónoma de Puerto Madero plantea a la construcción de una comunidad de iguales un problema tan grande como el de las villas miseria. Pero de mucha más difícil solución: mientras los pobres urbanos pueden volver a convertirse en un sujeto político que sostenga la financiación de más educación pública, más salud pública y más transporte público, los puertomaderenses parecen no tener más voluntad que la de recibir de manera privada los servicios públicos y eso sí que es grave.

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