miércoles, 27 de junio de 2007

Perspectivas de mediano plazo

Los contundentes, por no decir deprimentes resultados de las elecciones de ayer (60-39 a favor de Mauricio Macri) nos obligan a preguntarnos (aún sabiendo que toda respuesta a esta pregunta es apresurada) por su significado para el mediano plazo político (una era de existencia relativa y variable, que abarca más o menos desde octubre de 2007 hasta, no sé, el 2008).

Se recortan, como yo lo veo, tres posibilidades:

1. La unificación de la oposición detrás de la Gran Esperanza Blanca, reconfiguración del campo político y eventual derrota del kirchnerismo.

Este escenario, por el cual se les caía la baba ayer a ese panel televisivo de lujo conformado por Joaquín Morales Solá, Eduardo Van der Kooy y Marcelo Bonelli en Canal 13, está basado más que nada en el dato (esgrimido por ese mismo panel hasta el cansancio) de que “los virajes políticos de la Capital predicen los virajes políticos del país”. (No sé si esta generalización resiste un análisis muy a fondo. Es cierto que el FREPASO y la derrota del menemismo comenzaron a gestarse aquí en Capital, pero para el agotamiento alfonsinista, me parece, fue mucho más importante la derrota de 1987 en provincia de Buenos Aires que cualquier cosa sucedida en Capital. Pero no importa.)

Es cierto que el kirchnerismo parece hoy mucho más vulnerable que hace unos meses, y, sobre todo, mucho más propenso a revelar sus propias falencias de construcción política. También es cierto que, por lo menos , en octubre de 2007 corre con una ventaja: es posible que sea derrotado en tres dos de los cuatro distritos más importantes (Capital Federal y Santa Fe), que comparta el poder con candidatos que no son del palo en Córdoba y Buenos Aires, y que no gobierne tampoco en Mendoza; sin embargo, esas derrotas no suman a un único adversario. Es decir, la victoria de Binner en Santa Fé no se suma con la de Macri, la de Macri no suma con la de Schiaretti, etc. En este contexto de fragmentación, con sacar una buena ventaja en Buenos Aires le alcanzará.

Por otro lado, no queda claro cuánto podrá hacer Macri a nivel nacional, toda vez que comience a sumirse en el marasmo de la gestión de la Ciudad de Buenos Aires. No habría que descartar, sin embargo, que si hay un “operativo clamor” suficientemente fuerte se pase a la nacional. Sería desprolijo, es cierto, pero por un lado Michetti ha acumulado suficiente capital político como para hacerse cargo, y, por otro, los medios de comunicación y la opinión pública ya vienen demostrando voluntad de perdonarle a Mauricio aquello por lo cual matarían a un candidato oficialista (que no se presentara al debate, que diga que está totalmente separado de su padre cuando medio gabinete son ex-SOCMA, y tantas otras cosas.)

Y si es así, entonces la salida del kirchnerismo no será por el lado de la socialdemocracia, sino de la derecha empresaria.

2. Macri se juega a la gestión de la ciudad y se mantiene relativamente al margen de la campaña nacional.

Este escenario no es improbable y también presenta sus riesgos. Leyendo las declaraciones realizadas ayer por Macri se ven los riesgos encarnados en sus promesas de campaña. Su promesa de mayor seguridad será difícil de cumplir en un distrito poroso como es la capital, sin policía propia y con muy pocos recursos para ese campo. Y hay un gran riesgo en presentarse en garante de la seguridad cuando las variables que causan la inseguridad están fuera de tu control. Los gremios municipales están ya en pie de guerra frente a su promesa de “racionalizar el gasto público” (¿se imaginan una nueva carpa blanca de los maestros y médicos municipales?). Cualquier persona sabe que su promesa de urbanizar las villas en dos años o es ingenua o es mentirosa, porque es una cuestión infinitamente compleja.

Los equipos del futuro gabinete son hasta ahora una apuesta muy interesante: ex gerentes de SOCMA, el hijo de un directivo de Techint, algunas mujeres provenientes de una ONG (la fundación Sophia) y, en cultura, un tipo cuyas credenciales es que el coleccionista de arte. Vale decir: toda gente que a priori no tiene experiencia gestionando en el estado. Es decir, se apuesta a pasar de la empresa a la gestión pública, sin mediaciones, al contrario de lo que hizo el menemismo, en donde los políticos de carrera se ofrecían como mediadores y gerentes públicos al servicio de los intereses de los privados. Acá son los mismos privados los que aceptan el desafío de gestionar, sentarse y negociar con Genta y Datarmini, disciplinar a los gremios del Colón para “aumentar la productividad”, organizar a los villeros, etc. Va a ser, sin duda, un proceso interesante y altamente instructivo.

Y también, por ahí, le sale bien y se fortalece la derecha vía gestión.

3. Macri cierra con Kirchner y alcanzan algún tipo de modus vivendi.

No hay que dejar de ponerle unas fichas a este último escenario. Mal que le pese a los que hoy ven en Macri a una mezcla de Esteban Echeverría y Balbín, Macri no es antiperonista (así como Kirchner es menos peronista de lo que parecería), o al menos no lo es de manera visceral e ideológica. Varios de sus operadores son peronistas o ex peronistas y él cultiva, hasta ahora, un discurso más pragmático que ideologizado. Y el distrito que gobernará necesita y depende de la colaboración de la Nación para su propia subsistencia.

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