jueves, 9 de agosto de 2007

Todo o Nada

Como si la policía no fuera suficiente, ahora vienen por el puerto. Si, el puerto. Según nos informa el tablón mitrista 2.0 en esta nota, el jueves pasado hubo un encuentro en el ITBA (fundado, sí, por oficiales de la marina bombardeadora en 1959, pero eso fue hace mucho pero mucho tiempo) donde se discutió sobre la pretención de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sobre el puerto homónimo.

Homonimia que de hecho corresponde a la proyección del nombre del puerto de Santa María de los Buenos Aires (entonces todavía sin letra y música de los Fabulosos) sobre el poblado que llamado piadosamente y presuntuosamente Ciudad de la Santísima Trinidad (jamás se vió otro lugar en el mundo con toponimia más lllena de santos y generales -que son dos formas de lo mismo-).

En fin, confirmando mi impresión de que Argentina está volviendo a su fase pre-1916, ahora parece que asistimos a la completa desfederalización de Buenos Aires. El puerto, principal prenda de la federalización de la ciudad, es aún hoy uno de los puntos más estratégicos del desarrollo (?) económico argentino. Es cierto que su existencia al borde de una metrópolis con más de 15 millones de habitantes, el costosísimo dragado necesario para mantenerlo operable, la perpetua postergación del anillo vial que haría más fluida la entrada y salida de mercancías y la imposibilidad de expandirse sin llevarse puestos a quincemil vecinos porteños son buenos argumentos para empezar a pensar en poner el bendito puerto en otro lado. Este otro lado puede ser algún lugar de la provincia al sur de la capital, en donde no solo las condiciones naturales son mejores sino que además se estaría equilibrando el crecimiento hacia el norte del área metropolitana. Pero esta decisión tiene que ser tomada por el gobierno nacional en el marco de una política de estado que, informada tecnicamente, apunte a lograr un desarrollo territorial armónico de la nación. Qué cuernos es armónico es lo que hay que decidir. Pero en el congreso nacional y no en la legislatura porteña.

Ahora bien, o Mauricio quiere el puerto para hacer una terminal de cruceros y más Puerto Madero, o lo quiere para seguir facturando con un puerto que nunca tuvo las condiciones para ser competitivo y que sólo es un gran negocio para quienes cobran por subsanar su ineficiencia. En los dos casos lo que debería ser una política nacional pasa a ser una decisión local. Un puerto no es un quiosco. Menos en un país que, ay! sigue dependiendo de la exportación y (el puerto de BA es uno más entre los que exportan pero EL puerto importador) de la importación en grandes volúmenes.

A casi doscientos años de la revolución y ciento treinta de la federalización de la ciudad, el federalismo en Argentina es poco más que un sistema fiscal más o menos (depende de quien lo mire) equitativo. De hecho, por citar sólo dos ejemplos, las rutas aéreas y la educación superior actual, están mucho más centralizadas que el sistema ferroviario construido por empresas inglesas para facilitar la extracción neocolonial. Hay que reconocerle a Pepe el mérito de haber hecho del federalismo el eje de los Debates de Mayo III.

A través de su cándida ambición Mauricio nos está devolviendo los temas importantes. De repente, entre medio de retratos de familia con fondo amarillo, bailes aparatosos y diputados con apellido desarrollista, volvió, quien lo hubiera dicho, el federalismo porteño. Con viajecitos a París y todo. Casi como tomándose revancha, casi riéndose de los que no entendieron que lo de federales y unitarios era una cortina de humo para quedarse con todo, ellos solos, acá en casa, bien seguros.

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